En el gimnasio en Cupey donde entrena el fisiculturista, empresario y motivador José Antonio García, varias personas visten camisetas negras con la silueta en blanco de un hombre musculoso sin un brazo, las palabras One Arm Star por el pecho.
“Lo que era mi complejo, se convirtió en una marca”, señala José Antonio quien en el 1999 perdió su brazo derecho en un accidente automovilístico.
José Antonio es una persona que ha convertido los mayores obstáculos de su vida en fuentes de motivación y fortaleza. Llegar a este punto, sin embargo, fue resultado de un proceso largo y encuentros con lo que describe como “entes motivadores” que lo ayudaron a cambiar su perspectiva y buscar oportunidades.
“No hay psicólogo ni psiquiatra mejor que las experiencias de la vida”, asegura.
Era universitario cuando ocurrió el accidente en el que murieron dos de sus amigos. Su brazo tuvo que ser amputado y toda su vida cambió. Abandonó su ambición de ser abogado y cambió de universidad, eventualmente estudió relaciones públicas en la Universidad Católica de su natal Ponce. Sus aspiraciones de ser modelo y competir en fisiculturismo se vieron tronchadas. “No es hasta 16 años más tarde que lo logro”, recuerda.
Se convirtió en empresario, tuvo cinco hijos, iba al gimnasio para ejercitarse, pero vivía acomplejado por la falta de su brazo.
En sus charlas motivacionales cuenta una anécdota sobre su hijo mayor cuando tenía 3 o 4 años que lo ayudó a superar ese complejo. Estaban en un centro comercial y cada vez que les pasaba gente por el lado, José Antonio paraba y ocultaba su lado derecho con una pared. En un momento dado se da cuenta que hay personas en el segundo nivel comentando sobre algo que hacía el niño.
“Cuando me asomo, mi nene se había metido el brazo dentro de la camisa. Y yo me bajo y le digo, ‘papi, ¿por qué estás haciendo eso?’ Y me dice, ‘papá, es que yo quiero ser como tú’. Cuando mi hijo me dice eso es que me doy cuenta que tengo que arreglar algo en mi vida. Que tengo que dejar mis complejos, esa amargura y esa rebeldía que me había causado todo esto, y enfocarme. Porque siempre va a haber alguien que me va mirar”, afirma.
Por muchos años pudo vivir una vida normal y fue exitoso con sus negocios, comenzó a dar charlas motivacionales en universidades e institutos educacionales.

“No hay psicólogo ni psiquiatra mejor que las experiencias de la vida”, asegura. (Felipe Torres/Staff)
Hasta que en el 2013 su vida tomó un giro nefasto. Atentaron contra su vida y se vio obligado a dejarlo todo, sus negocios, su familia, su hogar. José Antonio no entra en detalles sobre lo que ocurrió pero sí habla sobre cómo, a raíz de eso, terminó viviendo en la calle por siete meses.
Eventualmente consiguió hospedaje en el refugio del Salvation Army, en Puerta de Tierra. Su primer día allí tuvo un encuentro que nuevamente lo empujó a cambiar sus circunstancias. En la cafetería del hospedaje un hombre sentado en una de las mesas lo llama para que se siente con él. Le pregunta cómo llegó ahí y José Antonio le cuenta su historia. El hombre se le acerca y lo olfatea.
“Tú no hueles a deambulante. No perteneces a todo esto. Haz todo lo que puedas para salir de aquí lo más pronto posible, porque no eres de este ambiente”, le dijo.
“Esas palabras penetraron en mi corazón a tal grado que dije: ‘es verdad, yo no pertenezco a este lugar. Tengo que salir de aquí’”, cuenta José Antonio.

José Antonio García en el 1999 perdió su brazo derecho en un accidente automovilístico. (Felipe Torres/Staff)
Comenzó a moverse. Primero solicitó ayudas del gobierno, luego consiguió un dinero gracias a un trabajo que le encargó un amigo y con eso creó una corporación. Leyó en el periódico sobre una iniciativa de la Cámara de Comercio y Exportación, en que empresarios podían recibir $5,000 para la creación de microempresas. La solicitó, tomó los talleres necesarios y creó su plan de negocios. Al ser aprobado recibió el dinero y pudo comprar su propia computadora y desarrollar su nueva empresa.
Ahora se dedica a tiempo completo a su fundación One Arm Star. Su logotipo adorna las camisas que él y su entrenador Karlos Álvarez portan mientras entrenan en su gimnasio en Cupey.
Los voluntarios de One Arm Star visitan a personas sin hogar y organizan actividades para esa población. También realizan actividades para niños maltratados en hogares seguros. Sus ingresos vienen exclusivamente de la venta de camisetas.
El año pasado José Antonio también buscó la ayuda de dos entrenadores, Álvarez y Glenn Quiñones, para lograr su sueño de ser fisiculturista. Cuando consultó con Quiñones sobre las posibilidades de poder competir, le sorprendió su respuesta.

Ahora se dedica a tiempo completo a su fundación One Arm Star. (Felipe Torres/Staff)
“Él no se fijó en que a mí me falta un brazo, se fijó en que tengo muy buena masa (muscular) en mi brazo y me dijo, ‘tú tienes muy buena masa ahí, lo que hay es que prepararla’. Y ahí es que me di cuenta que podía”, indica.
Álvarez se dio a la labor de modificar los ejercicios de las máquinas de pesas y pesas libres sujetando una correa a lo que le quedó del bícep para que José Antonio pudiera desarrollar los músculos del hombro, pecho y espalda de manera pareja.
Sus esfuerzos dieron fruto cuando en el 2015 José Antonio llegó quinto lugar en el Fitness Body Competition. Ahora sus metas son competir a nivel nacional en Estados Unidos.
“Cuando dejé de pensar en lo que me faltaba –me falta un brazo, perdí todo– me enfoqué en lo que tenía –tengo un brazo y con él puedo hacer grandes cosas como treparme en una tarima con hombres con dos brazos y competir. Tengo un brazo con el que puedo ayudar a otras personas. Tengo un brazo estrella”, declara.