Hay un período en la vida del ser humano que necesariamente requiere de otros para subsistir. A diferencia de los bebés de otras especies, que aunque necesitan un apoyo inicial de los padres, en poco tiempo, a veces minutos, pueden caminar y desplazarse para buscar su comida, el bebé humano requiere cuidado adulto durante más tiempo. A ese factor se le suman los cambios sociales y en la estructura familiar que han llevado, a que en no pocas ocasiones, los padres o cuidadores sobreprotejan a sus vástagos promoviendo, sin querer, la dependencia hacia los de más edad. Durante la infancia esto no suele ser un problema mayor, sin embargo, no se puede decir lo mismo cuando el niño se vuelve un adulto dependiente de sus padres. Entonces, ¿cómo cuidar a los más pequeños a la misma vez que fomentamos la autonomía y la responsabilidad para que sean capaces de tomar sus propias decisiones y valerse por sí mismos? Con amor, perseverancia, paciencia y empatía responsables.
La autonomía permite que los niños desarrollen su propia identidad, les ayuda a aceptarse como son y favorece la independencia. Según la Fundación Andújar, la autonomía se fomenta según la edad del menor en los siguientes aspectos:
- Hábitos – Inculcar una alimentación saludable, higiene adecuada y cuidar el aspecto físico desde temprana edad les enseña a cuidar de sí mismos de manera independiente. Al exigirles que realicen estas acciones de manera constante, se acostumbrarán a hacerlo por su propia cuenta, reconociendo sus beneficios. El modelaje por parte de los padres es vital para que se logren estos objetivos.
- Desarrollo intelectual – Usar libros, juegos y espacios culturales fomenta su curiosidad natural y facilita el proceso enseñanza-aprendizaje, además de despertarles el interés por distintas materias. Una vez más, esto contribuye al desarrollo de su identidad y a reconocer sus gustos personales.
- Interacciones sociales – Las relaciones que los niños establecen con otros niños y adultos ajenos a la familia les ayudan a integrarse, a conocer el sentido de la amistad, a tener sus propias opiniones, a ser tolerantes y a consolidar su personalidad.
- Ocio – No todo puede ser béisbol, tutorías, clases de pintura, baile, etc. Los niños necesitan jugar, aprender y desarrollar habilidades, destrezas y preferencias a través del juego. Generar espacios para que jueguen, no solamente promueve su desarrollo intelectual, sino que el juego les permite hacerse responsables de elegir qué jugar, cómo y con quién jugar.
- Tareas – Para ayudar a un niño en el proceso de madurez y autonomía es importante que, desde pequeño, se responsabilice por algunas tareas en el hogar, que serán cónsonas con su edad, pero que deben ir aumentando a medida que pasa el tiempo. Desde doblar un par de servilletas, hacer su cama y recoger sus juguetes, aunque al principio no lo haga bien, lo importante es que lo haga y que cada día lo vaya haciendo mejor. No subestimes su capacidad de hacerse cargo de estas tareas.
Atendiendo estos aspectos no solamente se forman niños más independientes, sino adultos más maduros. Ten presente que cuando los niños llegan a la adolescencia, ya no tienen tanta dependencia psicológica de sus padres, por lo que, prepararlos para que lleguen a esta etapa con cierta independencia y conciencia de que tienen que hacerse cargo de sus acciones, les ayudará a ser personas maduras, seguras de sí mismas y con capacidad para enfrentarse al mundo.
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