El suicidio es un asunto duro de afrontar y discutir. Las tasas de suicidio aumentan dramáticamente año tras año en la población mundial, razón por la cual es un asunto que no podemos ignorar.
Cada cuarenta segundos, en algún lugar del planeta, una persona se quita la vida, esto según la Organización Panamericana de la Salud (OPS) / Organización Mundial de la Salud (OMS). Entre el 1.º y el 28 de enero de este año se habían registrado 25 suicidios en nuestra isla, cuatro más que los informados para esa misma fecha en el 2019. Estas cifras son un llamado de alerta para la sociedad en general, y sobre todo para los profesionales de la salud y líderes en diferentes ámbitos sociales, políticos y religiosos.
El sentido de preocupación por los que amamos o por los que están cerca debe ser más genuino y profundo; debe ir más allá de un tradicional “¿cómo estás?” y de conformarnos con la acostumbrada respuesta “¡Todo bien!”.
El acto suicida es cualquier conducta destructiva, autoinfligida y fatal, realizada con la intención implícita o explícita de morir; cualquier acción intencionada en la cual se pone en riesgo la vida. Las causas de este comportamiento pueden ser multifactoriales. Algunos ejemplos son abuso sexual o físico, historial familiar de violencia, divorcio o separación, problemas académicos o financieros, pérdida de trabajo, crisis y trastornos emocionales, uso y abuso de sustancias, entre otros.
Es importante conocer las señales de alerta y reaccionar ante el más mínimo indicativo de que una persona, en frente nuestro, pueda estar en riesgo de acudir a esta conducta como una alternativa para acabar con su situación difícil de vida. Algunas de estas señales pueden ser:
- Desesperanza
- Profunda tristeza y altibajos de humor
- Aparición de heridas o laceraciones en el cuerpo
- Separación de amistades estrechas
- Bajas calificaciones en la escuela
- Cambio en los patrones de comida, alimentación, higiene y sueño
- Desprendimiento de pertenencias y posesiones personales
- Autocrítica
De esta breve y resumida lista se puede ver que las personas que poseen factores de riesgo suicida o que han cometido el intento, presentan restricciones significativas en sus ocupaciones cotidianas de la vida diaria. Es esto por lo que el profesional de terapia ocupacional, como parte del equipo interdisciplinario en escenarios de salud mental, trabaja en la recuperación de pacientes que han sucumbido en estas conductas.
Desde la intervención inicial, con un enfoque sensitivo y un trato libre de prejuicios, comienza a establecer una relación terapéutica de confianza, en que la persona puede expresar sus experiencias y sentimientos tal y cual los está viviendo, proveyendo un espacio de desahogo, que alivia su carga mental y emocional. Este proceso inicial, altamente sensitivo, permite la identificación de áreas de fortalezas y necesidades para establecer así un plan de intervención en colaboración con el paciente, que le ayude de inmediato a estabilizar los síntomas de la crisis y sustituir patrones de pensamientos destructivos por otros pensamientos proactivos y de esperanza.
Recuerdo una experiencia en la cual recibí un joven que había sufrido una recaída por el uso de sustancias. La frustración de haber recaído lo llevó a cometer un intento suicida. Sentado en aquella silla frente a mí, permanecía cabizbajo y con una terrible frustración y culpa que no le permitían expresarse. Había intentado toda clase de preguntas, concediendo espacio y silencios, siendo sensible al dolor emocional que era evidente a leguas, sin conseguir más que un poco de lenguaje corporal. Le pregunté si podía colocarle una canción para que la escuchara. Asintió y le expliqué que mientras tanto me retiraría unos minutos (sin perderlo de vista). Concedí los suficientes minutos para que escuchara la canción y reflexionara sobre ella.
De vuelta a la oficina, su semblante había cambiado. Se había dado la oportunidad de llorar hasta sacar todo el peso que cargaba en el pecho. Poco a poco pudimos entrar en un diálogo y lograr esa intervención inicial. Su rostro expresaba gratitud por haberle concedido ese espacio. La canción era una de estilo urbano (muy a tono con sus gustos, de lo cual había indagado un poco al inicio de la entrevista), con un mensaje sensitivo, pero a la vez confrontativo y relacionado a su misma circunstancia.
Esta y muchas otras estrategias son utilizadas por el profesional de terapia ocupacional, quien siendo un científico de la ocupación, puede parear diversas actividades a las capacidades y necesidades del paciente para propiciar un beneficio terapéutico. En pacientes que han incurrido en conductas suicidas, los terapeutas ocupacionales dirigen las intervenciones a recuperar el sentido de vida, fortalecer su autoestima y poner sus fortalezas y capacidades en función para que, a través de la gratificación inmediata, puedan experimentar sentido de logro y satisfacción personal.
Además, por medio de la psicoeducación, el terapeuta ocupacional propicia el desarrollo de destrezas adaptativas saludables ligadas a la capacidad de manejar estrés y ansiedad, a la resolución de conflictos, al manejo del tiempo y ocio y a la comunicación asertiva, entre otras habilidades importantes para la vida cotidiana.
Si tú, un familiar o amigo presenta algún factor de riesgo o señal de conducta suicida, no dudes en buscar la ayuda necesaria con un profesional o llamando a la Línea PAS 1-800-981-0023 (24/7).
La autora es terapeuta ocupacional especializada en salud mental y adicciones. También es coach de vida y resiliencia. (787) 431-5162. Para más información sobre servicios de terapia ocupacional, escribe al Colegio de Profesionales de Terapia Ocupacional a: cptopr10@gmail.com.