En estos días los centros comerciales están imposibles; ¡están atestados de gente! ¡Parecen hormigas! Peor aún, sabes que hay un centro comercial relativamente cerca por el tapón que le precede. La autopista y las calles aledañas se pintan de metal multicolor y ya en la noche, de parpadeantes luces rojas y por supuesto, con el agradable sonido de las bocinas y de los frenazos. La escena se repite a toda hora cerca de cualquier centro comercial (que, por supuesto, tenga energía eléctrica), a toda hora. Y si no te rajas en el tapón, prepárate para entrar al estacionamiento de calles estrechas, forradas con carros en ambas direcciones, todos tratando de pasar a la vez, y estar otros 45 minutos para moverte entre un estacionamiento y otro.
Y por supuesto, la odisea, la hazaña, de encontrar un parking. Ves a alguien saliendo y haces todo lo posible por irte detrás, pero ¡sorpresa!, ya había acordado dejarle el espacio a otra persona. No, y cuando ya van tres o cuatro veces que eres “Miss por poco”, por poco llegas a tiempo y ¡fuá!, se te adelantó otro. El sábado pasado pasé frente a uno bien conocido a eso de las 8:30 de la mañana ¡y ya el estacionamiento estaba lleno!
Aahh, ¡cuánta felicidad! Entre los que están buscando cómo pasar el día porque todavía están esperando que ocurra el milagro (sí, el asunto de la luz, ya es cuestión de un milagro), los que quieren cargar sus dispositivos electrónicos y los que están comprando regalos, los “moles” y su vecindad están fuera de este mundo. Para ser un país pobre, con un éxodo masivo y con el desempleo en aumento, entre otros factores, no deja de sorprenderme la bonanza económica que parece haber, al menos en las tiendas.
Sin embargo, las compras compulsivas suelen relacionarse con la enfermedad mental de varias formas, de acuerdo a la organización Mental Health America (MHA):
- Las personas que tienen un trastorno por compras compulsivas con frecuencia cumplen los criterios de otras enfermedades mentales, como trastornos del humor, de ansiedad, por abuso de sustancias, alimentarios, ADHD y una variedad de otros en el control de impulsos.
- El gasto excesivo puede ser un síntoma del trastorno de personalidad límite.
- Los eventos de gastos pueden ocurrir durante episodios maníacos del trastorno bipolar; sin embargo, en general se detienen una vez que este ha pasado.
- Las compras compulsivas con frecuencia son impulsadas por un sentimiento de ansiedad, depresión o baja autoestima.
De hecho, MHA añade que durante 2016, los estadounidenses gastaron más de $4.8 billones en compras minoristas. ¡4.8 billones!, ¡eso es mucho dinero!
No hay duda de que la Navidad tiene un significado diferente para cada uno. Para unos está representada por el güiro, el cuatro y la pandereta; para otros por el olor del arroz con dulce y otras delicias culinarias. Algunos la viven con alegría y entusiasmo, aprovechando para estrechar lazos afectivos mientras que otros la experimentan con ansiedad, angustia y tristeza. Hay quienes la festejan desde la fe puramente religiosa y quienes lo hacen desde la espiritualidad y están los que, simplemente, aprovechan la ocasión. Cada quien escoge cómo pasará la celebración. Cada uno elige. Sí, quiero subrayarlo, porque es cierto: nos demos cuenta o no, cada uno selecciona.
Ahora bien, independientemente de nuestras creencias o tradiciones, y sin importar si tus “nenes” ya son unos manganzones de 30 y pico, es importante, creo, reflexionar en el acto de dar y sobre todo, en el de recibir, dos virtudes que se aprenden en la intimidad del hogar, al calor de la familia, y que implican valorar el esfuerzo que otros han hecho para agradarte y a su vez, dar algo de nosotros para el bienestar de otro. Por alguna razón, nos resulta más fácil dar que recibir. Entregamos un regalo, un beso, un abrazo, y literalmente, nos entregamos en esa entrega (la redundancia es intencional). Sin embargo, ¿te has fijado que cuando nos toca recibir nos volvemos pachosos? Incluso ante las atenciones más “elementales” (ninguna atención es elemental), como un halago de “¡qué bonito tu vestido!”, respondemos con “ay nena, esto es una viejera que encontré en el clóset”. ¡Mira!, ¡da las gracias y ya! Recibe ese halago con amor, con entusiasmo y agradecimiento.
En estos días está de moda el mindfulness o la conciencia plena, una antigua práctica que se refiere a ser conscientes del aquí y del ahora. El mindfulness nos invita a reconocer lo que está sucediendo mientras está sucediendo, aceptando el fluir de la experiencia tal cual se está dando. De esta manera, aunque experimentemos algo desagradable, nos evitamos el sufrimiento añadido de tener que lograr que aquello desagradable desaparezca. Y esto, ¿qué rayos tiene que ver con el mall, los tapones, la gente-hormiga y la Navidad?
Mucho; de hecho, todo. Cuando entregues un obsequio, sea grande o chiquito (“de un piso o de dos, ¿te acuerdas? jaja), comprado o confeccionado en casa, costoso o económico, sé consciente de eso que estás entregando; de la persona a quien se lo entregas y lo que ella significa para ti, de lo que te costó conseguirlo (sea que no tenías el dinero o sea que eres de las personas a las que les cuesta mucho abrazar o expresar sentimientos). A ver, ¿cuándo fue la última vez que entregaste un regalo con una tarjeta?
A lo que quiero llegar es que cuando lo entregues, hazlo con calma, búscate y encuéntrate en los ojos de la persona y siente el momento. Y lo mismo cuando seas tú quien recibe. No te conformes con dar las gracias o una disculpa (“no tenías que preocuparte”); realmente, considera que esa persona sacó tiempo para pensar qué te agradaría y se chupó un tapón (probablemente el mismo que tú) para regalarte más que un obsequio, felicidad. Y si el obsequio no es material, ¡más valioso aún! ¡Ese no tiene precio! No hagas simplemente un intercambio de regalos, haz uno de emociones, de sentimientos, de felicidad y de amor. Eso es lo que debes practicar y modelar a tus niños. Enseñarles, no con palabras ni sermones, sino con acciones, a ser agradecidos con quienes les regalan.
De eso se trata el nacimiento. Dicen que los Reyes Magos llegaron con regalos maravillosos, pero ten presente que llegaron a adorar, que lo que los llevó a esa travesía no fue otra cosa que el amor… un amor tan grande que todavía hoy mueve al mundo. Entonces, ¿qué sentido escoges darle a la Navidad?
¿Cómo se enseña a dar y agradecer? De acuerdo a Barría, Opazo y Orive, (s.f.):
- Sé agradecido. Como toda conducta, agradecer se modela con el ejemplo. Reduce tus quejas frente a la vida; algunas podrían ser innecesarias. Es importante que tu hijo escuche que deseas cosas buenas a otras personas y que agradeces de forma generosa y entusiasta.
- Cuéntale a tu niño historias de personas que saben agradecer y de personas que no lo han aprendido. Señala las posibles consecuencias de ambas formas de comportarse.
- Hazle sentir que lo aceptas y amas incondicionalmente, y que estás agradecido del hijo que es para ti. Refuérzalo y hazle saber lo feliz que te sientes cada vez que él expresa afecto y preocupación por ti y los demás. Tener gestos y expresiones cariñosas hacia los hijos diariamente, y no solo en Navidad, hará que ellos estén abiertos a la alegría de dar y recibir de los demás.
- Recuerda que dar y recibir son virtudes recíprocas. Cuando alguien es cariñoso y generoso, recibe de vuelta expresiones de cariño y generosidad. Estas virtudes aprendidas en familia se manifiestan en todos los espacios en los que el niño interactúa y le acompañarán para toda la vida.
Foto de portada tomada de aquí.