Las abuelas han sido, por tradición, las responsables de la transmisión de valores sociales y emocionales. Son las que consienten, mientras los padres son los que consienten y disciplinan. A diferencia de los abuelos, los de “antes”, ellas tienden a ser más activas y estar más involucradas emocionalmente con sus nietos y muchas veces actúan como madre sustituta en caso de necesidad (Osuna, 2006).
Cuando pienso en mis abuelas, recuerdo a dos damas tiernas, dulces como el melao, que no necesariamente eran las más expresivas y más cariñosas en el sentido en el que, por ejemplo, lo soy yo con mi nieto. Nunca las escuché decir “te amo” y no recuerdo sus abrazos, pero no tengo ni un asomo de duda de cuánto me amaban.
Sin quitarle méritos a mi abuela materna, es de la paterna de quien más recuerdos tengo, pues no solo pasaba más tiempo con ella, sino que también vivió más. Mi abuela paterna no trabajaba fuera del hogar, pero en la casa tenía tanto trabajo como puede tener una madre de ocho niños (perdón si dejé fuera a algún tío) y más tarde cuidar al reguero de nietos que son mis amados primos. Sus cariños eran más bien “¿quieres una maltita?”, que en aquel tiempo y circunstancia era lujo, o darte un “pesito” si sacabas todas “A” en las notas de fin de año. Su amor también consistía en hacerme sentir protegida sin sobreprotegerme. Me cuidaba para evitar que alguien me hiciera daño, pero me dejaba correr por la “inmensa” finca (cuando crecí, descubrí que no era tan grande na’) donde estaba expuesta a los “peligros” de caerme o cortarme con un vidrio.
Ahora que lo escribo, se me ocurre que quizá la razón por la que dejaba ir a la finca era porque sabía que no era tan peligrosa como me hacía creer. Sin embargo, como lo hizo, consciente o no de lo que hacía, produjo en mí esa sensación de sentirme amada y protegida. Me regañaba, a veces sí, pero también eso me parecía que era una expresión del amor que le manifestaba a todos sus nietos. Con sus pocos recursos económicos y con muy poca educación académica, tengo que decir que mi abuela, como dicen en el campo, “se la comió” conmigo y casi me atrevo asegurar que con mis hermanos y primos también.
Con todo eso, sin embargo, con saber que tenía una abuela que me adoraba, la verdad es que no fue hasta que me convertí en abuela que realmente entendí ese amor, y entonces la (las) amé más. Ninguna vive, pero ambas viven en mí. He aplicado con mi nieto todo lo que ellas me dieron, y desde mi perspectiva, lo he mejorado. Empecé a amarlo desde que supe que vendría, así que cuando al final de los nueve meses lo cargué por primera vez, ya era un niño inmensa e infinitamente amado. Desde que lo tuve en mis brazos empecé la práctica de apretarlo, besarlo, abrazarlo, tongonearlo. Con él gateé y me arrastré por el piso y cada vez me descubro yendo más allá de mis propios límites (autoimpuestos). Lo amo porque lo amo, porque es un niño maravilloso, pero también lo amo porque es el hijo de mi hija, por quien, sobra decir, que doy la vida, igual que por los dos varones. El amor, simplemente, es.
Hoy que celebramos el Día Nacional de la Abuela, tengo la bendición de haberlo recibido con un bultito porque pasará par de días conmigo. No es lo mismo añoñarnos un rato los fines de semana que tener par de días para consentirnos mutuamente. Eso es lo que haremos esta semana además de inventar “estupideces” para reírnos y de, entre juego y juego, tener conversaciones “serias”, adecuadas para su edad. Sabe que si se puede y conviene, será complacido y en caso de que no, se le explica y aunque no esté de acuerdo, existe la apertura para que exponga su punto y aprenda que se puede diferir con respeto.
Es un niño tierno y afectuoso porque eso es lo que ha recibido. Tiene dos abuelas, dos bisabuelas y una tía abuela que nos desvivimos por él, sin dejar de disciplinarlo cuando nos toca, aunque yo creo que, sin ponernos de acuerdo, estamos todas en la misma página de amar y que los padres se encarguen de lo otro.
Ser abuela, es para mí, una de las bendiciones más hermosas de la vida. Jamás en la vida desautorizo a sus padres ni me meto en sus decisiones. Todos llevamos la misma línea para que reciba la mejor educación emocional posible. Estoy cerca, lista para correr cuando me necesiten, pero manteniendo mi distancia para no interferir. Eso también es amor.
Tanto si disfrutas la bendición de poder abrazar o hablar con tus abuelas, como si eres una abuela cool, besa, abraza y ama porque al final, eso es lo que se queda cuando se nos van o nos vamos.
¡Feliz día de la abuela!
Foto: Pexels