El daño del azúcar a la salud

El consumo de azúcar ha aumentado drásticamente a nivel mundial. De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, la persona  promedio consume 150 libras de azúcar refinada al año.

Este excesivo consumo de azúcares es altamente tóxico al organismo y se asocia a diversas enfermedades, incluyendo la obesidad.

Los problemas de sobrepeso y obesidad siguen en aumento en todos los grupos poblacionales. Cada día vemos más niños y niñas con libras extras desde edades tempranas. De igual forma, tanto los adolescentes como los adultos y envejecientes continúan presentando problemas de sobrepeso. Este exceso de libras responde a diversos factores y uno muy determinante es el aumento en el consumo de azúcares.

La azúcar refinada tiene el nombre bioquímico de sacarosa, también mencionada comúnmente como “sucrosa” y es el resultado de la unión de dos moléculas, una de fructosa y otra de glucosa. La “azúcar de mesa”, como muchos la conocen, se encuentra en casi toda la comida procesada que se ingiere en la actualidad. El azúcar está presente en: los dulces, las donas, los bizcochos, la repostería, el chocolate, los cereales, las barras de proteínas, los productos de bolsitas, las bebidas deportivas y los refrescos, entre otros. El azúcar también se encuentra en muchas otras comidas y la mayoría de las veces lo desconocemos. Está presente en: las carnes procesadas, los jamones, las sopas, el pan, las galletas, los jugos, las salsas, la mantequilla y hasta algunos vegetales. La industria de alimentos añade el azúcar a sus productos para mejorar el sabor y activar los centros de placer en el cerebro que se estimulan con la ingesta de alimentos. Es por eso, que algunas investigaciones apuntan a que el azúcar puede llegar a ser adictiva para muchas personas.

El consumo de azúcar también se asocia a un riesgo mayor de desarrollar otras enfermedades como la diabetes, el síndrome metabólico y problemas cardiovasculares. Existen múltiples estudios que han investigado los efectos del azúcar, particularmente a través de la ingesta de gaseosas, una de las bebidas más consumidas por todos los miembros de la familia promedio. Cada lata de refresco contiene aproximadamente 10 cucharaditas de azúcar. Por lo tanto, la ingesta de un solo refresco excedería las recomendaciones máximas que son 6 cucharaditas diarias. Cada cucharadita aporta 5 gramos de azúcar y alrededor de 20 calorías. Lamentablemente, muchas personas hacen la mayoría de sus comidas acompañadas de los refrescos carbonatados, que se consideran las bebidas más consumidas en la dieta americana. Aunque su ingesta se ha reducido, todavía siguen siendo las favoritas. El Dr. Michael Jacobson en el 2005 realizó una investigación, “Liquid Candy, How Soft Drinks are Harming Americans’ Health”, para The Center for Science in the Public Interest en Washington y encontró que una quinta parte de los menores de solo 2 años consumían 7 oz. de refrescos diariamente.

Además, el estudio reveló que la mitad de los menores entre seis y 11 años consumían un promedio de 15 oz. diarias, mientras que la mayor ingesta la tenían los adolescentes entre 12 y 19 años, los varones con un consumo promedio de 28 oz. por día, y las féminas con una ingesta de 21 oz. Estos datos reflejan cómo las personas, desde edades tempranas, mantienen un alto consumo de azúcar y cómo pueden comenzar a sufrir las consecuencias. El azúcar eleva los niveles de glucosa en la sangre lo que aumenta el riesgo de diabetes, una afección cada vez más frecuente en adolescentes. El azúcar también produce inflamación de los vasos sanguíneos, por lo que incrementa las posibilidades de desarrollar enfermedades cardiovasculares. Otros estudios también han vinculado el consumo de refrescos y azúcares con el comportamiento agresivo en los niños.

La exposición al azúcar desencadena otros problemas de salud. Por ejemplo, hay algunas investigaciones que asocian el consumo de azúcares con un riesgo mayor de ciertos tipos de cánceres como el de mama y páncreas. Los mecanismos de acción son diversos y entre estos se pueden identificar la supresión del sistema inmunológico y el aumento en la producción del factor de crecimiento (“Insuline Growth Factor”) que disminuye la apoptosis o muerte programada de las células enfermas, aumenta la inflamación y puede inducir al crecimiento de tumores malignos.

Otras enfermedades como el Alzheimer, igualmente se vinculan a un excesivo  consumo de azúcares. De hecho, al Alzheimer también se le conoce como la “diabetes del cerebro”. Los niveles elevados de glucosa producen inflamación en los tejidos lo que deteriora la función cerebral. Es por eso que, además de ser un factor que pudiera incrementar los riesgos de esta enfermedad, el alto consumo de azúcar también se asocia a un declive cognitivo de modo independiente. La inflamación celular que produce la ingesta de azúcar puede exacerbar el dolor muscular en afecciones como fibromialgia, artritis y otras. De igual modo, el consumo de azúcar contribuye al desarrollo de hígado graso, aumento en los niveles de triglicéridos en la sangre, problemas de caries dentales, inflamación de las encías y deficiencias de vitaminas del complejo B, ya que para el metabolismo de esas azúcares, se utilizan vitaminas que el azúcar no provee por lo que se tienen que usar de las propias reservas del organismo.

La ingesta de azúcar no solo se asocia a enfermedades, sino también al deterioro de la salud de la piel y a la pérdida de su belleza. El ritmo al que se envejece depende de la genética, pero también del estilo de vida. El azúcar aumenta los niveles de glucosa en la sangre lo que a su vez hace que se produzca una mayor cantidad de insulina. Este nivel elevado de glucosa, junto al de insulina, lleva a una reacción bioquímica del organismo que se conoce como “glucosilación”. Este proceso se refiere a la unión de moléculas de glucosa con moléculas de proteínas que producen daño a las fibras de colágeno y elastina, aumentando las líneas de expresión y el envejecimiento prematuro. El azúcar también aumenta la formación de radicales libres que, de igual forma, promueven el envejecimiento y las enfermedades.

La mejor forma de saber si un producto contiene azúcar añadida (no la natural de la fruta o de otros alimentos) es leyendo la etiqueta en la sección de los ingredientes. En esta sección puede aparecer la palabra azúcar o derivados como: el “High-Fructose Corn Syrup” o jarabe de maíz de alta fructosa (proviene de semillas modificadas genéticamente al igual que el azúcar de remolacha), el azúcar o jugo de caña, la dextrosa y otros, como la miel, que aunque puede tener algunas propiedades de beneficio a la salud, aumenta igualmente el nivel de glucosa en la sangre y aporta muchas calorías. Los ingredientes en los productos aparecen en orden de mayor a menor cantidad. Para reducir la ingesta de azúcares debemos preferir aquellas alternativas que no tengan algún tipo de azúcar añadida o si la contiene, al menos no debe estar en los primeros cuatro ingredientes. De igual modo, se puede evitar el azúcar utilizando sustitutos seguros como los producidos de forma orgánica (libres de pesticidas) con la planta de Stevia. Estos sustitutos a base de Stevia orgánica son los que recomiendo para las personas con diabetes o que deseen evitar totalmente el consumo de azúcar.

Como has podido ver, es indispensable seleccionar mejor los alimentos y controlar la ingesta de productos con azúcar. Ciertamente, aunque a nadie le “amarga un dulce”, el consumo excesivo del azúcar puede llevar a un amargo deterioro de la salud y la belleza.

La autora es licenciada en Nutrición y Dietética, y educadora en diabetes con práctica privada. La puedes contactar en FB a través de su página, Salud y Nutrición con Vilma Calderón, y al teléfono: (787) 282-7244.

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