No pasé por la experiencia de criarme con una hermana. Por lo que escucho de otras personas que sí tuvieron esa bendición, me perdí las peleas por el champú, por la ropa, por los zapatos y por las pantallas, entre otras cosas. En cambio, crecí siendo la “regalona”; la única nena, la nena menor, la “hermanita” de cuatro varones; el menor de ellos es cinco años mayor que yo. No me quejo. Me cuidaron bien y fui feliz. Además de jugar con mis muñecas, jugué con sus carritos, sus dominós, sus Tonka, grúas… y juguetes tradicionalmente “de nenes” (no se me cayó un pedazo ni perdí mi femineidad). Ellos, por su parte, cogían la cabeza de mis muñecas para jugar softball. Los vi pelear, los vi reírse, estudiar y muchas veces me ayudaron con mis asignaciones. Me dieron cuñadas maravillosas que fueron mis role models. No participé en sus aventuras, primero porque no había nacido y segundo porque cuando llegué a la edad en la que quizá, de alguna manera, hubiera podido ser parte de su clan, ellos ya estaban dejando de ser divertidos, pues unos ya estaban empezando la universidad y otros la escuela vocacional.
Mis primas vinieron a ser mis hermanas y más tarde, la vida me regaló otras compinches. Con mis primas fui libre para hacer actividades que, por ser “la nena”, y la protegida, no me estaban permitidas, como hacer casitas en el pastizal que era su patio, perdernos caminando por el monte y lo ultra super mega mejor del mundo: correr bicicleta en las calles del campo. Era un campo joven y los pocos habitantes que había se conocían, así que había mucho espacio para jugar sin importunar. A esto se le suma que en la casa de mi tío, un otrora campeón de ciclismo, habían muchas bicicletas de todos los tamaños y colores… y siempre había alguna que yo podía usar; ¡cool! Finalmente, y aquí tienes permiso para reírte, es que aunque yo tenía mi bicicleta 20”, solo podía correrla en la marquesina de mi casa, en la que apenas cabía un carro… unjú… así que no pasó mucho tiempo antes de que empezara a aburrirme dando vueltas en aquel pequeño espacio… yo prefería correr por el campo, con el cuerpo suda’o y la cara colorá’, sentir el viento enredándome el pelo y el sol calentándome la piel mientras era libre con mis primas, que eran mis hermanas.
Cuando crecí me hice psicóloga y descubrí que cada miembro de una familia tiene un rol diferente. Hay características que se repiten de acuerdo al orden de nacimiento y el lugar en la familia. Según el psicólogo Alfred Adler (Schultz, 2009), aun cuando los hermanos tienen los mismos padres y viven en la misma casa, su ambiente social no es idéntico. Ser mayor o menor y estar expuesto a otras actitudes de los padres crea condiciones diferentes en la niñez que contribuyen a determinar la personalidad. Es decir, aunque nazca del mismo padre y la misma madre, cada niño crece en una familia que es la misma, pero a la vez es distinto, pues los padres van adquiriendo experiencia, van madurando, lo mismo que la situación familiar, económica y social. Veamos algunas características:
- El primogénito – Al menos por algún tiempo, está en una situación única y envidiable. Los padres suelen estar felices por su nacimiento, así les dan atención inmediata y exclusiva, por lo general hasta que nace el segundo hijo, cuando el primogénito deja de ser el centro de atención. Según Adler (Schultz, 2009), los primogénitos tienen cierto dominio sobre los hermanos menores, pero a la vez están más sujetos al poder de sus padres porque esperan más de ellos. A medida que crecen, adquieren el papel de maestro, tutor, líder y encargado de la disciplina, porque los padres esperan que ayuden con los hermanos.
- El segundo hijo – Jamás experimenta la posición de poder que alguna vez tuvo el mayor. Los padres normalmente han cambiado de actitud y de prácticas para la crianza y podrían estar menos preocupados y ansiosos por su conducta. Desde el principio, su hermano mayor es su punto de referencia y la competencia con este puede motivarlo para superarlo, cosa que estimula su desarrollo motor y su lenguaje. Como no ha experimentado el poder, no se preocupa mucho por él, suele ser más optimista, competitivo y ambicioso (Schultz, 2009).
- El hijo menor – Nunca pasa por el choque de que le quiten la falda y, con frecuencia, es el “bebé” de la familia, sobre todo si los hermanos le llevan varios años (¡esta soy yo!). Según la psicología individual de Adler, suele triunfar en lo que se propone, pero si es demasiado consentido y cree que no necesita aprender a hacer nada por sí mismo. Además, podría crecer conservando la indefensión y la dependencia de la niñez. Al no estar acostumbrado a luchar, pero sí a ser cuidado, podría tener dificultad para adaptarse a la edad adulta.
- El hijo único – Nunca pierde la posición de primacía y de poder ni deja de ser el centro de atención. Como pasa más tiempo con adultos que un niño que tiene hermanos, madura pronto y muestra conductas y actitudes de adulto. Según la teoría, suele tener problemas cuando descubre que en territorios fuera del hogar, como en la escuela, no es el centro de atención. No sabe compartir ni competir. Si sus capacidades no le reportan suficiente reconocimiento y atención, es probable que se sienta profundamente decepcionado.
Asimismo, se sabe que los hermanos son de gran utilidad para aprender a relacionarse con los pares, sobre todo, cuando llega el momento de la escuela. Sé que hay historias entre hermanos que son terribles, pero como psicóloga debo decir que la terapia puede ayudar. A veces no somos responsables de las cosas malas que nos pasan, pero sí lo somos de lo que hacemos con esas cosas.
La relación entre hermanos es peculiar: comparten una intimidad, pero esta no ha sido elegida, sino impuesta por la naturaleza. Entre hermanos existen unos lazos reforzados por la convivencia, la complicidad, los buenos ratos. Lazos que se ponen a prueba a lo largo de la vida, que sobreviven, o no, a los celos y a la competencia (Escobari, 2017). Y también tenemos los hermanos que nos da la vida; a esos los escogemos en nuestro paso terrenal… y que nadie diga que esos no cuentan. En lo personal, soy agradecida porque tengo los mejores hermanos de sangre y las mejores hermanas de la vida. ¡Feliz día de los hermanos!
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