La diabetes y las enfermedades cardiovasculares

La diabetes es una enfermedad crónica que se caracteriza por altos niveles de glucosa (azúcar) en la sangre. Esta aparece cuando el páncreas no produce suficiente insulina o el organismo no utiliza la insulina producida de una forma eficiente. La insulina es una hormona importante que ayuda a que la glucosa entre a las células para suministrarles energía. Con el tiempo, los niveles elevados de glucosa en la sangre pueden causar daños a diferentes órganos y tejidos en el cuerpo. Las complicaciones comúnmente asociadas a la diabetes incluyen infartos del miocardio (músculo del corazón), accidentes cerebrovasculares (derrames cerebrales), enfermedades renales, ceguera, problemas en el sistema nervioso y amputaciones de las extremidades inferiores. La diabetes es una enfermedad frecuente y se prevé que su prevalencia continúe en aumento sobre todo en países desarrollados.

Las enfermedades cardiovasculares son un grupo de trastornos del corazón y vasos sanguíneos entre los que se incluyen el infarto de miocardio y la enfermedad cerebrovascular y vascular periférica. Este grupo de enfermedades ocurre secundario al proceso de aterosclerosis. La aterosclerosis se caracteriza por depósitos de colesterol, calcio y otras sustancias en las paredes de las arterias. Con el tiempo, estos depósitos (ateromas) en las arterias pueden causar una obstrucción del flujo sanguíneo comprometiendo el suplido de oxígeno y produciendo un infarto o accidente cerebrovascular. Las características de las lesiones ateroscleróticas en los sujetos con diabetes son de desarrollo más rápido, generalizadas y severas. Los pacientes diabéticos tienen un riesgo de desarrollar enfermedad cardiovascular dos a cuatro veces más al observado en la población general. Actualmente, las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte en el mundo.

La detección temprana y el tratamiento de factores de riesgo cardiovascular como la diabetes, la hipertensión, el consumo de tabaco, el colesterol alto y la inactividad física pueden lograr una reducción de mortalidad cardiovascular. Las modificaciones de los estilos de vida mediante un programa intensivo de educación nutricional, un aumento en actividad física, una dieta saludable, control de peso y el cese del consumo de tabaco pueden reducir los eventos cardiovasculares adversos. El control de los niveles de azúcar en los diabéticos ha mostrado que puede disminuir o retrasar los daños a los ojos (retinopatía), riñones (nefropatía) y nervios (neuropatía). Además de los cambios de estilo de vida, muchos pacientes se benefician de terapias farmacológicas para ayudar a prevenir ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares. La administración de aspirina y estatinas (medicamentos para disminuir los niveles de colesterol) en pacientes con diabetes y enfermedad cardiovascular establecida ha demostrado una reducción en eventos adversos futuros.

En resumen, la diabetes debe ser considerada como una afección de alto riesgo cardiovascular y por lo tanto, se debe realizar una intervención temprana y agresiva de modificación de estilos de vida y administración de fármacos apropiados para así lograr una mejoría en la calidad de vida y reducción de mortalidad.

Foto: Pexels

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