Ahora más que nunca… en las buenas y en las malas

Celebrar el amor en la bonanza y la salud siempre es motivo de alegría y felicidad. ¡Así cualquiera! La vida es bella y cada detalle del paisaje nos parece una obra de arte, la música llena nuestros oídos y regocija nuestro espíritu. Suspiramos y sonreímos con el solo recuerdo del objeto de nuestro amor. Disfrutamos de los más hermosos amaneceres y despedimos el día agradeciendo cada minuto vivido. Nos sentimos entusiasmados, motivados ¡podemos energizar al mundo! (si me permiten un comentario sarcástico, en este momento, con energizar a Puerto Rico sería suficiente. Perdón por la digresión.).

En fin, el amor, en cualquiera de sus matices, hace que la vida, nuestra vida, sea más… ¡vida!, más hermosa, amena, interesante… sí… el amor es un milagro… un milagro que nos devuelve la vida (a veces también nos la “quita”, pero eso es debatible; tema para otro escrito), que nos muestra el poder del perdón, de la humildad, la entrega, el compromiso… pero también es una decisión. Tal vez no decidimos enamorarnos de alguien, pero sí, activa o pasivamente, decidimos el momento en el que nos “desenamoramos”.

La decisión suele empezar con la indiferencia, un cambio en la actitud, que, a su vez, llega después de un largo cansancio emocional, de muchas frustraciones, asuntos sin resolver, muchos corajes no disueltos. Impresionar a la pareja, consentirla o consentirse con ella deja de ser importante. Las distancias se vuelven más largas y los silencios más profundos. Cada día hay menos temas de conversación y menos intereses en común. Una mañana te despiertas al lado de un desconocido y ese desconocido es aquel con quien te juraste amor eterno. ¿Adonde pensabas que te llevaría tu actitud de dejadez sino al desamor? Sí, una vez descubrimos que amamos a una persona, el amor, tanto como el desamor, se convierten en una decisión. Una decisión que se renueva diariamente, en las buenas y en las malas. Lo que nos lleva al punto inicial: celebrar en las buenas es un mamey (como dicen en mi campo cayeyano)… otro cantar es cuando la cosa está mala.

Estos días (específicamente desde septiembre para acá, no es necesario irnos al detalle harto conocido) se ha puesto a prueba el amor en muchos hogares. Ha sido un período difícil en todos los sentidos imaginables, incluido el amor. Movidas por la necesidad, muchas familias se han dividido. Otras han perdido su hogar, sus pertenencias; se encuentran “desnudas” ante una nueva realidad personal y colectiva. La pérdida de empleo y la presión económica que esta situación causa, (“¿perderemos la casa?, ¿cómo haremos para la compra, para el colegio de los niños?, ¿y si no podemos pagar el carro?”, etc.) se suma al desánimo, la angustia, la ansiedad. Verse las caras diariamente con tanta interferencia en el medio vuelve la situación más frágil y desafiante. Más que nunca en su historia como pareja deben comunicarse, expresarse con honestidad y escucharse con amor y empatía para dialogar, no para reaccionar.

El psicólogo norteamericano John Gottman, quien ha dedicado su vida y carrera a estudiar a las parejas, ha identificado cuatro principales errores de comunicación en la convivencia. Quizás hoy más que nunca es importante que tengamos conciencia de ellos.

  • La crítica – atacar la personalidad de la pareja
  • El desprecio – insultar al cónyuge
  • Eliminar la actitud defensiva – responder a quejas o críticas utilizando excusas, negando, discutiendo, lamentando o culpando al otro en lugar de tratar de resolver el problema.
  • Evitar la indiferencia – apartarse física o emocionalmente cuando surgen desacuerdos, mostrándose indiferente, distante y frío.

Por otro lado, para mejorar la comunicación, Gottman sugiere:

  • Mostrar interés y atención cuando la pareja habla – demuestren un interés silencioso en lo que diga, mantengan contacto visual y presten atención en vez de dar la impresión de estar molestos.
  • Pregunten – hagan preguntas que promuevan el diálogo como, “me parece que algo te molesta, ¿quieres hablarlo?”.
  • Escuchen activamente – una recomendación de Gottman es repetir lo que han oído. Por ejemplo: “Así que te preocupa pensar que tu jefe no simpatiza contigo”. Al repetirlo con palabras diferentes, demuestran interés y comprensión de lo que la pareja expresa. Además, abre el espacio para aclarar si no han entendido bien.
  • Expresen las intenciones – al enfrentar un tema difícil, reconozcan primero sus intenciones y explíquenlas: lo que desean de la relación y lo que quieren para el otro y para sí mismos. Por ejemplo: “Quiero que sepas que te amo y que deseo que nos acerquemos el uno al otro y nos tengamos plena confianza”. Revelando sus buenas intenciones, ayudarán al cónyuge a comprender que están iniciando una conversación con el propósito de resolver problemas y fortalecer la relación, no para criticar ni quejarse.
  • Usar el “yo” en la comunicación – cuando se sientan enojados, hablen del “yo” en lugar del “tú”, que da la impresión de que se está culpando al otro. Por ejemplo: “Me molesta mucho que no paguemos a tiempo la renta”, en lugar de “tú eres irresponsable y me haces enojar”. Las frases de “tú” sugieren una acusación. Causan resentimiento y una actitud defensiva.
  • Concurrir con la verdad – cuando reciban crítica o censura, concuerden con la verdad. Si se hacen responsables de sus errores, calmarán las discusiones. Si niegan la verdad, intensifican los problemas y dan la apariencia de debilidad y culpabilidad.
  • Elogiar al cónyuge – el elogio sincero mejora la comunicación. Según Gottman, repetir su admiración al compañero (o a sí mismo) tendrá un efecto positivo en el resto de la conversación.
  • Expresar claramente las preferencias – manifiesten sus deseos y expectativas. Puede ser que alguno no sepa lo que quiere y espera de la relación.

Dos planteamientos más antes de despedirme:

  1. Recuerda que el amor es una experiencia que comienza en ti. Ámate para que te amen. Acéptate para que te acepten. Acepta para ser aceptado.
  2. Aunque se ha comercializado como el Día del Amor y la Amistad, el amor no tiene límites. Celebra el amor a tus padres, a tus hermanos, a tus mascotas, tu vecindario y tu país. Si lo expresamos de adentro para afuera –recuerda de ti para tu familia, de tu familia para tu comunidad, de tu comunidad para el país, del país para el mundo– tal vez un día se nos dé; se nos cumpla el deseo de tener un mundo de paz.

Ahora sí, en las buenas y en las malas, ¡feliz Día del Amor!

La autora es psicóloga. Si deseas más información, llama a l (787) 612-2836.

Foto: Istock

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