Ya empezaron las clases… se acaban unos estreses y comienzan otros.
Nos guste o no, la escuela es como el segundo hogar de nuestros hijos. Eso no significa, sin embargo, que deleguemos en los profesionales de la educación académica las responsabilidades que, como padres, nos corresponden a nosotros. El maestro enseña ciencias, español, matemáticas, etc.; con nosotros aprenden valores; honestidad, bondad, compasión, respeto, cortesía… no, eso no le corresponde a la escuela.
Eso fue una nota al calce porque no es de eso de lo que quiero hablarte hoy. Hoy quiero escribir sobre la convivencia escolar, tan importante como la educación académica y la educación en valores para el desarrollo saludable del niño. La convivencia escolar permite el desarrollo integral de los niños y jóvenes en su proceso de integración a la vida social, en la participación responsable en la vida ciudadana y en el desarrollo de su propio proyecto de vida.
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“Abordar la conveniencia en la escuela como parte de la formación de los sujetos que enseñan-aprenden posibilita el desarrollo de competencias personales y sociales para aprender a ser y convivir juntos que se transfieren y generalizan a otros contextos de educación y de desarrollo humano (Berra Bortolotti, s.f.)”.
Es en el escenario escolar donde, muchas veces, los niños establecen sus primeras relaciones fuera del calor y el amparo familiar. Es, asimismo, el lugar que contribuye –o amenaza– su desarrollo saludable. En el proceso de socialización absorben tanto lo bueno como lo malo; pasan momentos de gran satisfacción y otros de gran confusión, que a veces nos frustran y llenan de coraje. Después de todo, se trata del amor más grande de nuestra vida.
El conflicto siempre ha sido parte de la vida y la escuela no es la excepción. El conflicto no se limita a las diferencias que suelen surgir entre pares, sino que incluye choques que van desde la atención personalizada que recibía en su familia hasta un trato impersonal (Dreeben, 1990) en el que la posibilidad de interactuar y “acomodarse” se mide a través del compartir un espacio con otros niños que también demandan atención de forma impersonal pero continua.
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¿Cómo nos enfrentamos al conflicto? Enseñándole a tu hijo, tanto con palabras como con acciones, valores morales que lo lleven a ser firme en sus convicciones, para que desarrolle tolerancia, empatía y compasión. Ciertamente en ocasiones deberás intervenir, no sin antes haberle permitido la oportunidad de resolver la situación por sus propios medios.
En otras ocasiones, el conflicto es nuestro; encontramos que nuestro niño es un alma solitaria que prefiere ser un participante pasivo a uno activo. Tú conoces a tu hijo como nadie en el mundo. Si ese comportamiento aislado es nuevo en él, convérsalo y trata de averiguar de dónde surge.
Habla con él y si es necesario, con la maestra. Si siempre ha sido así y no supone ningún problema de desempeño académico ni de socialización (pues aun dentro de su aislamiento tiene la capacidad de conversar y compartir con otros), anímalo a que se involucre más activamente, cuéntale de tus experiencias y menciónale los beneficios de interactuar con otros y tener buenos amigos con quienes conversar, jugar y estudiar.
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Ahora bien, para que este diálogo sea efectivo, debe haber comenzado casi desde la cuna. De ese modo, ya a estas alturas de edad escolar, el menor debería tener la suficiente confianza como para hablarte, escucharte y contarte sus inquietudes y temores. Si eres nuevo en esta materia de dialogar con tu hijo, no te desalientes: ¡empieza hoy!
Si la vida les regala 70 años juntos, el camino apenas comienza. No lo dejes para más tarde; antes de que te des cuenta, serás el padre de un adolescente y también en ese momento deberás tener una buena base de comunicación con tu hijo.
Se sabe que los factores interpersonales son vitales para promover el aprendizaje en la escuela, que los niños que encuentran un buen ambiente escolar tienen más opciones de asimilar el conocimiento que se les presenta a lo largo de su vida estudiantil (Sierra, s.f.).
Tener un apoyo en la escuela ayuda a capacitar a los niños para afrontar situaciones adversas que se puedan presentar. Es importante que se sientan seguros para que la adaptación al ambiente escolar se produzca de manera satisfactoria, para que se motiven a explorar sus alrededores y se adapten a la vida fuera del hogar. Después de todo, como dijo Xasus (2006), no hay posibilidad de vivir, sin convivir.
Si crees que necesitas ayuda, no dudes en buscar atención profesional.
Foto: IStock