El verbo “maltratar”, según definido por la Real Academia Española, significa tratar mal a alguien de palabra u obra. De forma más específica, se utiliza el término de violencia doméstica para definir el maltrato en la pareja.
La Ley Núm. 54 de Puerto Rico (Ley de Violencia Doméstica), define este término como un patrón de conducta constante de uso de fuerza física o violencia psicológica, intimidación o persecución contra una persona por parte de su cónyuge, excónyuge, una persona con quien cohabita o haya cohabitado, con quien sostiene o haya sostenido una relación consensual o una persona con quien se haya procreado una hija o hijo, para ocasionarle daño físico a su persona, sus bienes o a la persona de otro o para causarle grave daño emocional.
Este patrón de conducta tóxica se da generalmente dentro del contexto de la familia, teniendo repercusiones no solo en el individuo que es víctima, sino también en el resto de las personas que convive en ese espacio; que pueden ser hijos/as u otros familiares. Estas personas se convierten en víctimas secundarias del maltrato al presenciar, escuchar o estar expuestas de alguna forma a actos físicos, verbales y no verbales violentos en la pareja.
Ser testigos de este tipo de actos violentos tiene consecuencias en varios niveles que van desde problemas de índole emocional, disfunciones en el ambiente social y dificultades en las relaciones interpersonales. Se detallan a continuación algunas consecuencias dentro de estas áreas.
Los problemas de índole emocional se relacionan a:
- Ansiedad y estrés crónico
- Problemas de concentración y dificultades para tomar decisiones
- Baja autoestima
- Sentimientos de culpa y desesperanza
- Cansancio físico y mental
- Alteraciones en el patrón de sueño
- Pérdida o aumento en el apetito
- Temor
- Pensamientos intrusivos y conductas de evitación
- Restricción de la afectividad; entre otras
A raíz de esta experimentación psicológica se pueden ver disfunciones en el ambiente social que incluyen:
- Problemas de índole laboral o bajo aprovechamiento académico
- Deseos de dar asilo
- Conductas de riesgo (ej. uso de alcohol/drogas, etc.) y/o conductas hostiles en escenarios diversos; entre otras disfunciones
Por último, también se observa una tendencia a que se presenten dificultades en las relaciones interpersonales al desarrollar una visión errónea de estas; como:
- Proyección de agresividad o sumisión
- Justificación, excusa o minimización de conductas violentas
- Adopción de conductas de ajuste para evitar confrontaciones y/o conflictos (ej. evitar hablar, mentir o cambios en la rutina o la forma de hacer las cosas, etc.)
- Procrastinación de la toma de decisiones
- Dificultad para el establecimiento de límites
- Incapacidad para promover acuerdos, entre otras consecuencias
Como se aprecia en lo discutido anteriormente, la interacción que se da entre una pareja afecta directamente al resto del núcleo familiar de forma seria. Es importante entender que el reconocimiento de que se está en una relación de maltrato es el primer paso para comenzar a trabajar con esta situación.
En esta etapa es importante que la persona considere el tratamiento psicológico, ya que este la puede ayudar a analizar de forma más objetiva la situación. Una vez se tenga una mente clara y objetiva sobre el problema, se podrá desarrollar la empatía hacia cómo esta situación está afectando el núcleo familiar. De ahí entonces se tendrán que tomar decisiones para con la familia.
La convivencia familiar debería ser un espacio para que se fortalezcan lazos emocionales y para el desarrollo saludable de la personalidad y la autoestima. Es un espacio en el que se cede al egoísmo, se deben establecer límites en lo que no es negociable y fomentar acuerdos en las diferencias. Cuando identificamos que esto no está ocurriendo, es importante tomar acciones correctivas con diligencia que promuevan seguridad a todos los involucrados.
Todo tipo de maltrato en la pareja puede ser atendido de forma integral considerando las necesidades emocionales y sociales de cada miembro dentro de la familia. Existen alternativas que comienzan con la terapia psicológica individual y podrían continuar con la de pareja y/o de familia.
Lo más importante dentro de este proceso será el reconocimiento del problema seguido de la toma de decisión para atender el problema. Esta será una decisión que hablará de amor propio y hacia las personas que comparten el espacio familiar. Desde aquí, todo cambio hacia relaciones más saludables será posible.
La autora es psicóloga clínica.
Foto: IStock