Por años me resistí a unirme a un grupo de correr y a trabajar con un entrenador, en parte, porque prefería hacer las cosas a mi manera. Entrenando sola logré hacer tres maratones y una carrera de 50 millas, así que no pensaba que me hacía falta. Incluso, cuando le comuniqué mi intención de buscar un grupo a unas amistades, corredores solitarios como yo, me decían que no lo necesitaba. Pero luego de varios años sin mejorar mi tiempo y dudar hasta de mi habilidad como corredora, me pareció un momento oportuno para cambiar mi forma de entrenar y buscar ayuda.
Visité varios grupos que se reunían por la tarde pero al final escogí uno (de triatletas, pero el entrenador trabaja con corredores también) que se reúne de madrugada. Ese horario se acomoda mejor a mi personalidad (morning person) y a mi trabajo, que a menudo me tiene saliendo a eventos por la tarde-noche. Y al ser un grupo de triatletas que también hace natación y ciclismo, todavía mantengo algunas corridas solitarias, lo cual mi personalidad semi-antisocial aprecia.
En el mes que llevo con ellos estos son algunos de los beneficios que he visto y las razones por las cuales recomendaría un grupo para entrenar, especialmente si estás comenzando en el deporte o llevas mucho tiempo y necesitas un cambio de rutina.
Otra persona se encarga de tu tabla
La tabla se compone de los diferentes entrenamientos (trabajo de pista, corridas largas o de recuperación) y la progresión del millaje según el evento para el que estés entrenando. Siempre había sacado mis tablas del internet y de libros, y raramente las seguía al pie de la letra. Constantemente movía entrenamientos de día porque me levanté tarde o no me dio la gana ese día de correr o corría menos o más lento que lo que decía la tabla.
Cuando tienes un entrenador y un grupo que se reúne los mismos días a la misma hora, las probabilidades de que faltes son mucho menores ya que hay personas que te están esperando. Además, las distancias y velocidades que te tocan esos días están ajustadas a tu nivel de rendimiento.
Lo más importante es que esa tabla personalizada fue creada por una persona de carne y hueso, un profesional que te conoce, sabe tus metas y limitaciones, y con quien te puedes comunicar si tienes algún problema. Es un alivio dejar las decisiones sobre qué me toca correr hoy a alguien que sabe lo que está haciendo.
Sales de tu zona de confort
Siempre va a haber un tipo de entrenamiento que te gusta y otro que prefieres evitar. Para mí ir a una pista a correr repeticiones de alta intensidad siempre ha sido el equivalente a tortura. Aparte de la incomodidad de correr lo más duro posible, el darle vueltas a una pista me parece lo más aburrido del mundo (después de la trotadora, claro). Así que cuando me entrenaba, simplemente no lo hacía.
Cuando comencé a trabajar con mi nuevo entrenador, me diagnosticó de esta manera: “Le puedes dar la vuelta al mundo pero solo tienes un cambio”. Desde entonces me tiene haciendo repeticiones de 200 metros en la pista o corridas intensas en cuestas dos veces en semana. Sufro, el grupo me deja atrás, y tan pronto bajo la velocidad, mis pulmones intentan escapar por mi garganta. ¿Quién se hace esto voluntariamente? Ahora lo hago porque tengo a alguien que me dice que lo haga, sino probablemente me quedaba en el mismo paso cómodo y lento toda la vida. La consistencia es clave y sé que poco a poco voy a ir más rápido, más lejos y voy a sufrir un poco menos.
Apoyo
Quienes han hecho una carrera de larga distancia saben que tener esa energía de los otros corredores y de los espectadores en el lado de la carretera gritando y felicitándote hace una diferencia no solamente en tu rendimiento sino en tu percepción de esfuerzo. En otras palabras, vas más rápido y la pasas mejor cuando tienes gente alrededor tuyo apoyándote. Eso se amplifica en el contexto de un grupo.
En mi caso veo a mis compañeros de equipo dos o tres veces en semana cuando les toca a ellos correr. Ya nos intercambiamos buenos días y sonrisas, me chocan la mano y me dicen que siga ahí. Es alentador y por más pequeño que sea el gesto, te llena de energía positiva. Además, cuando estamos todos subiendo la misma cuesta y veo que ellos no se quitan sino que le dan hasta más duro, eso me inspira a dar lo máximo (aunque termine caminando los últimos metros porque Dios mío que empinada está esta calle y ¿por qué hay que hacer esto ocho veces? Me duele todo). Mínimo por vergüenza no te vas a quitar.
Foto: IStock