“Los hombres viven en una realidad virtual”. Esas fueron las palabras de una amiga recientemente, al comentarle sobre mis peripecias como madre de dos bebés de un año y medio y tres meses respectivamente. Nada más cierto a la realidad.
Le comentaba a mi amiga como en la mente de mi esposo nuestra convivencia con dos bebés parecía sacada de una revista de estilos de vida: casa limpia, esposa recién salida del beauty y hasta mascota perfectamente bañada.
Resulta que un día lo escucho hablar por teléfono con un amigo al cual le dijo, “todo está bien, yo me estoy encargando de la nena para que ella (o sea, misma) pueda cuidar al bebé”. ¿En serioooooooo????? Juro que me entró una calentura que comenzaba por la planta del pie y lentamente subía hasta llegar a mi cabeza, acompañada de palpitaciones que generalmente se me reflejan en la yugular. No sabía si reír o llorar.
No me malinterpreten, mi marido es muy cooperador, excelente padre, buen esposo y amo de casa, pero no, en ese momento lo que salía de su boca no era la realidad que yo estaba experimentando. Precisamente, en ese instante mi bebé estaba pegado a mi teta en una de sus múltiples lactancias diarias, mientras mi otra bebé (solo tiene 20 meses) se encontraba sobre mi cuello, amarrada tipo bufanda y llorando porque no quería que alimentara al pequeño. Que me perdone mi amantísimo esposo, pero no, eso no está bien. En otra entrada de blog les cuento sobre los celos de mi primogénita que se ha convertido en una extensión de mi cuerpo, tanto así que a veces siento que tengo cuatro piernas en lugar de dos.
Si a eso le sumamos que recién me acabo de mudar, la ecuación se pone aun más interesante. Según él la reparación de la casa tomaría solo dos semanas, que como por arte de magia se convirtieron en más de dos meses. Es que me reafirmo en que vivimos en dos realidades completamente opuestas.
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¿En qué cabeza cabe que entre un abogado (aunque trabaje por su cuenta) y músico part time y una periodista con un trabajo a tiempo completo, unos guisitos por el lado (porque en estos tiempos hay que hacer de todo) y dos niños lograríamos arreglar la casa y estar mudados en dos semanas? Solo en la de él (Dios bendiga ese optimismo que contrasta con mi sentido de realidad “pseudofatalista”) .
Afortunadamente las hormonas post embarazo me tenían dócil y a todo el que me preguntaba, “¿cuándo se mudan?”, les decía, “la semana que viene”. Y esa semana se convirtió en una, en dos, en tres…. hasta llegar a los dos meses aproximadamente. Primero el sellado del techo, la pintura, cambiar los equipos de los baños, botar escombros…, es que Bob The Builder no tiene nada que buscar con nosotros. Ni hablar del proceso de mudanza, comencé de lo más organizada clasificando todo por área, al final en una misma caja puedes encontrar desde comida, ropa de niños y hasta las herramientas de mi esposo.
De hecho, jamás imaginé que en la pequeña cocina de mi apartamento pudiese guardar tantos utensilios. Me tomó más de dos días preparar las cajas, encontré toda clase de moldes: de lasagna, de brownies, de galletitas, de bizcochos, pero si es que yo no entro en la cocina ni por casualidad, ¿para qué necesito tantos moldes? Es que ni Betty Crocker tiene tantos moldes. ¡Ahhh! y ni hablar de la cantidad de envases plásticos para envasar comida, cualquiera pensaría que soy la dueña de una fonda. Al menos ahí si tengo excusa, se trata de esos envases que diariamente me llevo de casa de mami con la fiambrera.
Sin duda alguna, Los Hombres son de Marte y las Mujeres de Venus, vivimos realidades completamente opuestas, que en algún punto se encuentran. Mi hogar está lleno de retos, aventuras, contradicciones, lágrimas, alegrías, frustraciones…, como la vida misma. Dos niños que me enloquecen, me hacen contar del 1 al 10, respirar hondo y sucumbir a mi vicio, la Coca Cola, pero que me llenan el alma de alegría, que logran que aun después de haber tenido el peor día, su sola sonrisa me de paz y hacen que me convenza de que no importa todos los “ruidos” externos, junto a ellos mis días son más felices.
Foto: IStock