¿Alguna vez te has preguntado cómo es la vida de una persona tímida? Con frecuencia se le critica por la “changuería” de no atreverse a tal o cual cosa, o incluso se le tilda de comemiel y otras veces es objeto de burlas.
En este momento de mi vida soy una cotorra ¡qué horrible!; no paro de hablar. Bueno, déjame aclarar: no me canso de hablar después de que cojo confianza o sea, todavía soy un poco lenta para arrancar. Escribo “todavía” porque no siempre fui así de cotorra, eso me llegó con los años, las experiencias, la madurez.
La timidez es una cosa mala, te lo digo en serio. Recuerdo que cuando estaba en la escuela elemental, es más, te diría que incluso en la superior, para mí era terrible cuando faltaban mis amiguitas, esas con las que compartía todos los días, todo el día, porque no me atrevía acercarme a otras niñas, así que pasaba el día sola. No era como ahora, que puedo ir al cine, a las tiendas o a comer sola y feliz; en aquella época estar sola realmente significaba sentirme sola. Sentía muchas ganas de llorar. Pasaba el día como mejor podía, caminando por la escuela o sentada en un banco a la sombra de un árbol. Las horas no pasaban.
Allí sola, sentada en el banco, miraba a las nenas jugando, como lo hacíamos todos los días, pero ese día que mis partners no estaban, simplemente no me atrevía a acercarme. Las observaba desde lejos y escuchaba sus risas y me preguntaba por qué no me atrevía a ser igual de extrovertida (la palabra también la aprendí más tarde). Otras veces fantaseaba con serlo, pero como cuando termina un sueño, cuando volvía a la realidad la fantasía se desvanecía (¡eso rimó!) y lo único que me acompañaba era aquella mala sensación de estar sola. Ahora, con los años, he entendido que si me hubiera acercado me habrían acogido como si nada, como todos los días. No eran los otros los me aislaban, era yo quien lo hacía.
No te confundas, tampoco llegaba a la fobia social. Una persona con fobia social experimenta sentimientos exagerados de timidez e inhibición que se transforman en un poderoso miedo, un miedo paralizante. Como resultado, se sienten incómodas en situaciones sociales de todos los días. Yo no llegaba a tanto; participaba en las clases y fluía bien con mi familia y amistades cercanas. La timidez limitaba mis posibilidades sin llegar a incapacitarme.
Como te darás cuenta, era tan tímida que no tenía muchas amigas. Con todo, no me fue tan mal porque por lo menos no me buleaban. Eso no hacía que fuera más fácil, pero sí menos difícil. Los maestros, en cambio, ¡me adoraban! porque participaba en la clase y no interrumpía hablando con otros. ¡Claro que no!; para mí era más seguro participar en la clase que relacionarme con otros. Alguno que otro maestro me preguntaba por qué era tan tímida y me animaba para que me uniera al grupo, cosa que por supuesto, no pasaba. A veces sentía mucha presión de mi entorno para que dejara de ser tímida, ¡como si yo hubiera escogido serlo! La timidez no es una enfermedad mental, ¡pero que mucho duele!
¿Cómo perdí mi timidez? No la perdí; todavía a veces me persigue. Lo que ocurre es que aprendí a identificarla. Cuando la siento muy cerca como la sombra, me obligo a salir de la zona cómoda. Además, ¡estudié periodismo! ¿Cómo podía ser una periodista tímida? Nadie que me vea diría que soy tímida, ¡pero es porque no pueden leer mis pensamientos!
Ahora bien, la experiencia de ser tímida me ha ayudado a ser más sensible con otras personas igual que yo. Me les acerco despacito, sin ser muy invasiva (esos nos inquieta), pocas palabras, mucha sonrisa, aprobación, empatía. Poco a poco logro que se sientan cómodas, en confianza, y empiecen a fluir. Lo sorprendente de esto es que ayudando a otros, también me ayudo yo. No solo salgo de mi zona de confort –y le gano una a mi timidez–, sino que me siento contenta porque ayudé a otro a lidiar con la suya, o por lo menos eso es lo que me creo.
Si el tímido eres tú
La timidez implica sentirse un poco asustado cuando hay gente alrededor, especialmente si son desconocidos. Puede pasarnos a todos, aunque a algunos les pasa con mucha frecuencia y se sienten incómodos cuando están con personas con las que no tienen confianza o en grupos numerosos. Si el tímido eres tú, atiende los siguientes consejos del sitio, La Mente es Maravillosa:
Pon el foco hacia el exterior
La timidez provoca aislamiento. Los tímidos suelen sentir que no tienen nada que decir porque que no tienen algo increíble que contar o no pueden ser el centro de la fiesta. Para superar la timidez debes deshacerse de este pensamiento; olvidarte de eso “yo no puedo” y centrarte en lo que pasa fuera.
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El mejor conversador no siempre es el que más habla, sino el que mejor escucha y hace las preguntas adecuadas. ¿Te da vergüenza hablar? ¡Pues que hablen los demás! Inicia un tema de actualidad o relacionado con el momento, o simplemente dale al otro la oportunidad de hablar sobre sí mismo. Estar al tanto de las noticias, eventos de actualidad, libros, música siempre ayuda a desarrollar un tema de conversación.
Prepara lo que dirás o preguntarás
No es fácil iniciar una conversación o improvisar una pregunta. En lo que coges práctica para iniciar una conversación, prepara algunas preguntas o temas de conversación. Recordar lo que las personas han dicho en ocasiones anteriores también ayuda a relacionarse con gente que has visto ya.
Enviar las señales adecuadas
Superar la timidez no es solo hablar. Es una cuestión de actitud. ¿Sabías que, según un estudio de la Universidad de Aberdeen en Escocia, hay un 86 por ciento de posibilidades de que un extraño entable una conversación contigo si le sonríes?
Ayuda a otros a superar la timidez
Esto, que puede parecer una tontería, no le es en absoluto. La pregunta es ¿cómo enseñarás a otro a superar algo que tú mismo no eres capaz de afrontar?
Desde afuera es mucho más fácil observar lo que ocurre y encontrar un punto de vista más amplio. Ayudar a otro nos da la oportunidad de salir de aislamiento del que hablábamos hace un momento y descubrir que es más fácil de lo que parece. Sin querer, es fácil que nos encontremos haciendo eso de lo que hablábamos y que no éramos capaces de aplicar por falta de naturalidad o convicción.
Aprende a manejar la ansiedad
Relájate y confía en ti mismo; esto es fundamental para manejar exitosamente la situación.
Si el tímido es tu hijo
Recuerda que eres el pilar de tu hijo. Con pautas adecuadas, pero sin llegar a la sobreprotección, puedes promover su autonomía y capacidad para relacionarse sanamente, de acuerdo al sitio https://familias.com/2256/no-es-una-enfermedad-pero-como-duele:
- No lo fuerces: Al enfrentar una situación nueva, tu hijo deseará evadirla. Dale tiempo y confianza, pero no lo obligues. Recuérdale las situaciones que enfrentado exitosamente y estimúlalo para que experimente con otras.
- No lo ridiculices, compares: ni lo avergüences frente a otros. Jamás le digas cosas como “tus amiguitos sí lo hacen”.
- Sé incondicional: Aunque implique que por dentro tengas unas ganas intensas de obligarlo o te tenga con la paciencia al límite, tu hijo necesita saber que le entiendes y que estarás para apoyarlo siempre que sea necesario.
- Busca un amigo de su edad: Ayúdalo para que adquiera confianza en sus pares. Anímalo para que logre establecer un lazo seguro y que le dé confianza para realizar las cosas que su amigo hace, siempre y cuando este amigo sea un buen ejemplo a seguir.
- No a la sobreprotección: Si hablas o haces cosas por él, estás impidiendo que resuelva su timidez; por contrario, refuerzas su inseguridad y dependencia. Los padres sobreprotectores toman la palabra en el nombre de su hijo y acuden a consolarlo cada vez que se muestra retraído. Esto, sin embargo, no lo ayuda a superar su timidez. Tampoco es que lo dejes al desperdicio, pero sí que hagas un balance y lo enseñes a enfrentarse a los retos de la vida.
- No lo aísles- y tampoco te aísles tú: Busca oportunidades para que socialice. Motívalo a participar con otros niños en actividades propias de su edad. Invita a sus amigos a almorzar, a ir al cine o realizar deportes. Anímalo a que participe de fiestas y reuniones escolares donde pueda practicar sus habilidades sociales.
- Reconoce sus logros: cada logro por pequeño que sea, debe ser premiado. Refuerza sus méritos; eso hará que se sienta valorado y que confíe en sus propias capacidades.
Para un niño, vencer la timidez puede tan escabroso como escalar un monte muy alto. Sin embargo, si le acompañas, seguro podrá llegar a la cima y celebrar su victoria.
Tener amigos es maravilloso
Sí. Dicen que el que tiene un amigo tiene un tesoro; pues soy muy afortunada. La vida me ha regalado un puñado de amistades maravillosas, tanto que son mi familia. Amigo… palabra corta con tantos hermosos significados. Palabra que evoca paz, confianza, risas, llantos, solidaridad, amor, libertad… sí, es cierto lo que dicen: “un amigo es alguien que sabe todo sobre ti.. y a pesar de ello, te quiere”.
Foto: IStock