“Una sonrisa cuesta poco y produce mucho. No empobrece a quien la da y enriquece a quien la recibe. Dura solo un instante y perdura en el recuerdo eternamente. Es la señal externa de la amistad profunda. Nadie hay tan rico que pueda vivir sin ella y nadie tan pobre que no la merezca. Una sonrisa alivia el cansancio, renueva las fuerzas y es consuelo en la tristeza. Una sonrisa tiene valor desde el momento en que se da. Si crees que a ti la sonrisa no te importa nada, se generoso y da la tuya, porque nadie tiene tanta necesidad de la sonrisa, como quien no sabe sonreír”. Charles Chaplin
A través de la historia, la sonrisa ha sido considerada como una manifestación de bienestar y agrado (Martínez y Jiménez, 2012). Sirve para comunicar y para demostrar, regularmente, estados de ánimos óptimos, aunque no siempre es necesariamente así; a veces sonreímos por fuera y lloramos por dentro.
Desde que tengo memoria, y mucho antes de saber de Charles Chaplin, siempre he sonreído mucho, sonrío con todo el mundo; lo conozca o no. A lo largo de la vida he escuchado de todo; desde: “¿tú la conoces?” (Yo: “No”), “¿y por qué le sonríes?” (Yo: “¿y por qué no?”) hasta “¡eres muy ingenua!, no puedes sonreír con todo el mundo”.
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Una vez, sentía con un dolor terrible (claro, si tenía una hemorragia interna) y la enfermera me pidió que me caminara de la sala de espera hacia el área de consulta. De verdad, recuerdo que apenas podía moverme, pero todavía sonriendo le dije que sí, aunque la verdad cuando me puse de pie… no recuerdo nada (dicen que me desmayé).
En otra ocasión en la oficina de un dentista, la secretaria me dijo que yo siempre sonreía y que eso le recordaba a otro paciente. Qué casualidad que cuando me dijo el nombre, yo le puse el apellido… el paciente era ¡mi sobrino!, que entonces era un niño de, qué sé yo, ¿ocho años?
Sí, hay personas así, que sonreímos yo diría, en mi caso, casi de manera automática, como decir “buenos días” o “buenas tardes”: veo a una persona, hago contacto visual y sonrío; sonrío genuinamente, no como cuando me paraba frente a la televisión y como pensaba que los artistas me veían, yo les sonreía ¡pero qué sonrisa tan plástica les regalaba! No estaba fácil estar una hora corrida con esa sonrisa en la cara… quién sabe, a lo mejor así fue que aprendí a sonreír tanto, dale, ¡puedes reírte de mi excesiva creatividad y falta de conocimiento!
En fin, la sonrisa no siempre tiene respuesta; muchas veces me he quedado con ella solo para mí. Entonces, me pregunto “¿qué estará pasando por la mente de esa persona que no tenía ganas de sonreír?” No me malinterpretes, no es que me rompo la cabeza preguntándome por qué alguien no me devolvió una sonrisa, pero de que sí me da curiosidad, ¡pues sí! Pienso que quizá esté muy preocupada por alguna situación que le quita las ganas de sonreír; tal vez esté distraída en sus propios pensamientos, soñando con “pajaritos preñaos” ¡o que simplemente no le gusta sonreír con extraños! La diversidad humana es exquisita, misteriosa e incontrolable.
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También he llorado mucho. He pasado momentos que realmente han puesto (pusieron) a prueba mi fe y mis ganas de vivir. La vida constantemente nos pone a prueba y no siempre tenemos ganas de sonreír. Y si bien es cierto que tener siempre una sonrisa no impidió la vida me sirviera situaciones amargas, también lo es que fue precisamente sonreír lo que me salvó y ayudó a salir adelante.
No lo sabía entonces, pero se ha demostrado que cuando nos sentimos tristes y sonreímos, aunque sea sin ganas, como dicen en mi campo, con las muelas de atrás, eventualmente empezamos a sentirnos mejor. Tanto es así que la sonrisa es considerada como una herramienta natural para prolongar estados de bienestar o bien para “salir” de enfermedades físicas y psicológicas. Por eso, no estaría mal empezar a practicar: sonríe para sentirte mejor.
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Por otro lado, nunca sabremos el efecto que tendrá nuestra sonrisa en la persona que la recibe. La sonrisa es un vehículo generador de relaciones sociales sin necesidad de palabras ni gramática. Nos ayuda a establecer relaciones, abre puertas, derrumba barreras, desarma a la gente, nos une.
A mí me encanta una frase que escuché en una película fresita: “ningún detalle es pequeño para el que lo recibe”, porque creo que es cierta. Para el que la da es solo una sonrisa, pero para el que la recibe puede significar apoyo, solidaridad, empatía, simpatía, compasión, atracción, ¡vida!… No cuesta nada, pero vale mucho, ¡vamos!, sonríe.
Conoce los beneficios de la sonrisa para la vida cotidiana de acuerdo al sitio sanar.org:
Estimula al sistema inmunológico y lo refuerza
La producción de endorfinas aumenta cuando sonríes, lo cual beneficia a diferentes órganos aportándoles defensas. Las endorfinas ayudan a reducir el dolor y a conservar la elasticidad arterial.
Calma la ansiedad y el estrés
Genera una sensación de calma y alegría que contribuyen a opacar la sensación de ansiedad.
Equilibra el estado anímico
El buen humor es fundamental para evitar somatizar enfermedades. Permite comenzar de mejor manera el día laboral. Las personas están mejor predispuestas con aquellas que parecen y están felices.
Atrae
Sonreír es siempre más atractivo que fruncir el ceño y la gente lo nota y se siente atraída mucho más por una sonrisa que por un rostro enojado.
Facilita la comunicación
Es una de las mejores maneras de realizar un primer contacto con alguien. Su poder de comunicación es enorme ¡aprovéchalo!
Otorga belleza
La sonrisa te hace lucir más joven y otorga brillo a la mirada.
Más salud
Aquellos que tienen como estilo de vida el sonreír, son personas positivas que enfrentan mejor los inconvenientes y se enferman menos, ya que el sistema inmunológico que presentan es mucho más sólido.
Corazón más sano
Al reír, el tejido que recubre los vasos sanguíneos se expande y esto hace que no se formen coágulos. La persona que sonríe es considerada segura, con una alta autoestima, pacífica, satisfecha de sí misma y que transmite confianza.
Foto: IStock