Cada vez son más las parejas que posponen en su ciclo de vida la transición al matrimonio. Es obvio que el significado de este evento ha cambiado en los últimos 25 años y las parejas han decidido convivir durante algunos años y experimentar ciertas vivencias junto a su familia extendida.
En ocasiones, el matrimonio, más que las otras transiciones de la vida, era visto como la solución a problemas como la soledad, trabajo/carrera inciertos y dificultades con la familia extendida. El matrimonio requiere dos personas que deben negociar muchos asuntos que individualmente estaban definidos como: cuándo y cómo comer, dormir, conversar, sexo, trabajo y relajarse (McGoldrick, 1999). Muchas parejas que conviven expresan que desearon convivir primero debido a la tasa tan alta de divorcios y a que no se sentían preparadas para el matrimonio. Otras parejas desean tener una convivencia para poder ajustarse a todas las tareas complejas que conlleva una relación. Estas son las mismas que existen en un matrimonio, solo que no tienen el título legal de ser un matrimonio ante el Estado e incluso bajo su dogma religioso.
Muchas parejas preguntan si se recomienda la convivencia antes de casarse. No es una pregunta con una sola respuesta tan simple, aunque depende mucho de cómo esa pareja se ha ido formando. Virginia Satir (1964), una de las pioneras en terapia familiar, comentaba que depende mucho de la autoestima individual de cada miembro que compone la pareja. Esta autoestima debe ser una en la que el “yo” no solamente gire en torno a la otra persona, sino que se entienda que la individualidad se transforma en una relación y a la vez no se pierda de perspectiva el amor al “yo”.
No obstante, todas las parejas que deseen dar ese importante paso en su relación deben tener en cuenta ciertos factores importantes a la hora de convivir:
- La decisión de convivir debe ser deseada por la pareja y no debe responder a presiones de la familia extendida.
- La pareja debe crear un plan en conjunto en el que establezca la logística de la transición a la convivencia como: cuándo y dónde se establecerán, si el lugar está cerca de sus respectivos trabajos, la renta si es adecuada a los salarios, si desea un apartamento o casa, etc.
- Si uno de los miembros de la pareja está desempleado, consideren si es el momento apropiado para moverse o esperar hasta que la pareja consiga un trabajo.
- La pareja debe establecer un presupuesto para los gastos básicos del apartamento o casa, agua/luz, comida, mantenimiento, etc., y cómo se dividirán los gastos.
- Deben hacer una división de las tareas domésticas del hogar para que la carga no recaiga sobre una persona.
- La pareja debe ser consciente de que ahora tienen responsabilidades que antes no tenían y deben planificar dentro de su agenda sacar tiempo como pareja.
- Tener en perspectiva cuáles son sus metas como pareja y por cuánto tiempo entienden que será la convivencia; si esta será permanente o si en su momento transcenderán a un matrimonio.
El autor es psicólogo y terapeuta de familia y parejas.