Secretos familiares: una olla de presión

Mantener secretos familiares siempre ha ocurrido. Sin embargo, el tema parece ser más relevante en una era en la que la información está tan cerca como presionar una tecla de la computadora y cuando lo privado se hace público constantemente a través de las redes sociales, la Internet, los teléfonos inteligentes y los talk shows, en los que estas revelaciones se han convertido en la orden del día.

Pero ¿a qué nos referimos cuando hablamos de secretos familiares? Ocurren cuando de manera consciente una o varias personas en una familia deciden esconder una información a aquellas personas que se ven afectadas por esta. Las razones muchas veces son válidas para protegerse o proteger a alguien, como es el caso de la paternidad en casos de incesto, por ejemplo. Al analizar este tema es importante saber quiénes conocen el secreto y quiénes no, nos dice Evan Imber-Black en su libro La vida secreta de las familias. Usualmente los temas que giran alrededor de algún secreto están relacionados con la paternidad o la maternidad, el incesto, violaciones y abuso sexual, homosexualidad, enfermedades contagiosas, adopciones, suicidios, entre otros.

Lo privado versus lo secreto

Al hablar de este tema es pertinente diferenciar lo que es privado de lo que es secreto. Lo privado no necesariamente hace daño, mientras que mantener un secreto puede repercutir en la toma de decisiones y hasta en la salud mental y emocional de aquellos a quienes se les oculta y de aquellos que son contenedores del mismo. Pensemos por ejemplo en casos de la vida real en los que dos hermanos se han casado porque se les ocultó quiénes eran sus padres biológicos.

Muchas veces los secretos se descubren por accidente, como una infidelidad o cuando alguien muere y se rebusca entre sus papeles o porque hay asuntos que no cuadran y la persona asume una postura detectivesca. Pero la pregunta es, ¿basta con saber?

Rehacer la historia

Es importante que sepamos que cuando un secreto sale al descubierto comienza el trabajo, incluso muchas veces se destapan otros secretos. Hay que rehacer la historia, las preguntas de por qué se ocultó muchas veces quedan sin contestar, y a veces la labor de recuperar la confianza es monumental.

Así que cuando tenemos dudas sobre si en nuestra familia hay algo que se oculta, debemos preguntarnos si realmente queremos saber la verdad. Si estamos preparados para manejar esa información que posiblemente cambiaría nuestra vida o la de otros familiares, lo que pensamos de nuestra familia, necesitaríamos un proceso de reacomodación interna que puede ser difícil y doloroso. También debemos preguntarnos por qué queremos saber y qué vamos a hacer con esa información.

Análisis cuidadoso

En el caso de conocer un secreto familiar, la decisión de divulgarlo o no, también requiere un análisis cuidadoso. ¿Cómo se afectará la persona o personas a quienes se los revelaremos? ¿Es algo que cambiará tus relaciones con los demás miembros de tu familia? Pregúntate si será mejor revelarlo o si el secreto no le importa a nadie más. A veces la decisión no es fácil de tomar y debe ser trabajada en el contexto de una relación terapéutica. Recordemos que los secretos conllevan mentir y la mentira es una conducta tóxica. Los secretos que hacen daño son aquellos que evitan la comunicación abierta en la familia, porque se está todo el tiempo evitando lo que se convierte en una olla de presión que muchas veces enferma física o emocionalmente tanto a las personas que lo contienen como a todos los afectados por este.

Los secretos dañinos se transmiten de generación en generación causando sentimientos de vergüenza e impotencia y llevando a los miembros de esas familias a recrear conductas indeseadas. Es por esto que debemos tomar conciencia y hacer un trabajo con nosotros mismos que nos lleve a no tener que recurrir a mantener este tipo de dinámica tóxica.

Abramos el espacio para la comunicación en nuestras familias hablando con la verdad y viviendo con integridad y honestidad. Vivamos nuestra verdad, hablemos con la verdad y esta ¡nos hará libres!   

 

***La autora es doctora en Psicología.

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