El letrero leía: Tu vida irá hacia adelante cuando te apartes de las personas que te llevan hacia atrás.
Es muy común escuchar a las personas decir, o hasta escribir, por diferentes medios “Terminé esa relación porque esa persona me estaba atrasando” o “Me alejé de esa amistad porque está en un nivel de crecimiento diferente al mío”. Al meditar en esas palabras solo puedo pensar en una especie de carrera en la cual se estaba llevando una carga muy pesada que impedía un rango de movimiento específico o tal vez no poder tener la rapidez necesaria para alcanzar una meta. En el mundo actual muchos de los objetos son reemplazables y algunos de ellos desechables. Esto, en ocasiones, puede promover un pensamiento de que los seres humanos se deben reemplazar o desechar.
Y es que se convierte en una carga o en una sensación de estar paralizado, cuando pensamos que no aprendemos nada de las situaciones que experimentamos a diario. También nos pasa cuando sentimos que perdemos la oportunidad de adentrarnos en los diversos tipos de personalidades con sus características muy peculiares, las cuales conocemos a lo largo de nuestra vida.
Si nos concentramos en aprender de cada evento o ser humano que se cruza en nuestra vida, observaremos detenidamente conductas como cuando nos contemplamos en un espejo o miramos la trama de una película. Por lo tanto, el reflejo de la conducta de esa persona nos mostrará alguna cualidad que tal vez debemos examinar con especial atención. O, por el contrario, nos puede mostrar una característica en donde no deseemos vernos jamás y, por lo tanto, la debemos mejorar en nosotros mismos.
Entonces, ¿en dónde estamos enfocando nuestra atención? Estas son algunas características que los seres humanos exhiben en sus conductas y la información que debemos tomar en cuenta a la hora de establecer cualquier tipo de relación interpersonal o establecer un plan de mejoramiento personal.
- El egocentrismo: La persona egocéntrica se envuelve en un mundo solo para sí misma. Por lo tanto, sus acciones van encaminadas hacia el logro de sus prioridades o metas. La mayoría de las veces pondrá sus necesidades por encima de las tuyas. En otras ocasiones manifiesta un sentido de grandiosidad que trasciende la realidad.
- La envidia: La persona envidiosa solo quiere para sí misma lo que han alcanzado los demás. En este sentido, no estamos hablando de competencia por alcanzar metas positivas. Se refiere a querer poseer tu estilo de vida, tus posesiones materiales e incluso tu familia.
- Las quejas y excusas: La persona que se queja o la mayor parte del tiempo tiene excusas. En las cosas que observan todo está mal y por supuesto esa persona lo haría de forma diferente. Su frase preferida es “sí, pero…” (y para todo tienen un pero). Descarga su responsabilidad en las acciones de otros. En otras palabras, es víctima de las circunstancias.
- La soberbia: A la persona que exhibe mucho orgullo se le dificulta admitir su humanidad y sus errores. Se le hace difícil pertenecer a un grupo porque se ve a sí misma como alguien diferente que requiere un trato especial. Le incomoda que le lleven la contraria.
- El controlador: La persona controladora necesita tener el poder en las situaciones. Le complace impartir órdenes. De esta forma, se asegura que las cosas se hagan a su manera. La inseguridad es la fuerza que subyace bajo esta forma de actuar.
- El juez: La persona que asume el papel de juez continuamente descalifica el trabajo de los demás. Critica el trabajo de los demás, aunque sus críticas no son constructivas. La finalidad es asumir un aire de superioridad y minimizar el logro de otros.
- El mentiroso: La persona mentirosa crea una realidad alterna de las circunstancias que le rodean. Enfrentar la realidad le produce ansiedad, por lo tanto la mentira le hace quedar bien. En ocasiones, puede llegar a utilizar la murmuración para alimentar su propósito.
Todos los seres humanos, de alguna manera y en algún momento de nuestra vida, hemos mostrado algunas de estas características. Varias de ellas te pueden llevar a replantear aspectos sobre personas cercanas a ti o, mejor aún, sobre ti mismo. Esto no quiere decir que no debamos poner límites a situaciones o personas que nos afectan de forma negativa.
Más bien me refiero a que al analizar con atención y conciencia estos aspectos podemos desarrollar empatía y tolerancia con nuestros semejantes para entender su situación de vida. Asimilamos que cada persona da lo que puede, de la manera en que puede, en ese momento en particular. Esto no debe generar en nosotros sentimientos o emociones negativas sobre conductas que no están bajo nuestro control.
Los casos que ameriten el buen consejo también se convierten en una forma efectiva de corrección. Podrías empezar con una frase como “No sé si te has dado cuenta, pero…”.
Lo más importante al reconocer cualidades en los demás o en ti es la aceptación de que todos, en alguna medida, tenemos áreas de mejoramiento personal. Una vez identificamos esa cualidad, podemos establecer un plan para modificar o eliminar ese hábito que no nos gusta. Al final del camino lo importante al tener esta información es procurar que esa persona que te atrasa no seas tú.
La autora es psicóloga.
Foto: IStock