No había pensado cuán débil soy hasta que mis pies sufrieron una lesión. Por insignificante que parezca, cuando algo me sucede en los pies, me da tristeza, decaimiento, deseos de llorar y siento que me faltan las fuerzas.
Les comparto algo que me sucedió recientemente:
Hace un mes cambié el calzado para trabajar. Estaba muy emocionada con unos tenis que ordené por Amazon, que salieron a superbuen precio y me gustaban mucho, marca Under Armour. Además aproveché y cambié el estilo de ropa que utilizo para trabajar, ya que en las terapias atiendo muchos atletas que requieren estiramientos y otro tipo de tratamiento, por lo que tengo que estar cómoda, verme bien y lucir profesional. Hasta ahora todo fluye…
Me sentía optimista, con mucho ánimo y vitalidad hasta que un día, el pie derecho me comenzó a molestar. No era de gran importancia, así que seguí haciendo lo mismo de siempre, pero prestando un poco más de atención a lo que sucedía.
Dos días más tarde el dolor empeoró y notaba que aumentaba cuando me ponía los tenis. Así que sin más ni menos, los reempaqué, los envié de regreso a Amazon, diciendo que los zapatos me lastimaron el pie y me devolvieron el dinero.
Pero ya el daño estaba hecho. Entre el dedo cuarto y quinto del pie derecho me salió una callosidad que aunque diminuta, era superdolorosa. Redonda y en la base del falange. Cuando la toqué casi me desmayo de dolor. ¿Cómo es posible que algo tan pequeño provoque un dolor tan grande? Increíble.
Para hacer la prueba, calcé los tenis que tengo para hacer ejercicios y noté algo: con ese calzado puesto puedo abrir y separar los dedos del pie a manera de ejercicio, y me percaté que con los zapatos anteriores no podía hacerlo. Ahí di con la clave.
Y no es que sea changa con los pies… bueno sí. Mis pies han sufrido fracturas, torceduras, accidentes que han arrancado uñas de raíz, en fin, todo lo doloroso que pueda sucederle a un pie. Y debe ser porque he dependido mucho de ellos en mis años como bailarina, terapeuta e instructora de baile. Así que, lastimarme un pie puede sacarme de carrera por días, semanas o meses, literalmente.
De esta situación aprendí una lección y quiero compartir unas recomendaciones para que no les suceda a ustedes:
- Cuando utilices zapato cerrado, el área de los dedos no debe estar apretada. Debes poder estirar el pie y separar los dedos y que haya espacio entre cada uno de ellos.
- El dedo grande del pie debe tener espacio en la punta del zapato. No debe tocar la parte interior del calzado.
- Si tienes pie plano, asegúrate de que tus zapatos sean anchos, cómodos, flexibles y bien ventilados.
- Utiliza zapatillas de ejercicios con medias. Esto evita que la piel friccione con el material del zapato y se creen ampollas.
- Al utilizar medias, procura que no sean estrechas y que sean de algodón, preferiblemente más del 80 % del material con que se haya fabricado la media.
- En lo posible, trata de tener dos pares de zapatos que puedas alternar para evitar que el el sudor provoque mal olor.
Para refrescar los zapatos cerrados:
- Bicarbonato de soda: puedes utilizar bicarbonato de soda en el interior del zapato en la noche y removerlo con un paño en la mañana.
- Aceite de té verde: vierte dos gotas de aceite esencial de melaleuca (tea tree) en el interior del zapato. Eliminará el olor y los desinfectará.
- Cáscara de limón: coloca un pedazo grande de cáscara de limón en la noche y remuévelo en la mañana.
La autora es terapeuta del masaje, especialista en manejo del dolor y propietaria de Benestare. Para más información, puedes comunicarte al (787) 232-2010, benestarepr.com o yami@benestarepr.com. Puedes acceder al Fan Page de Benestare en Facebook.
Foto: IStock